martes, 9 de marzo de 2010

La gringa Harman


A veces veo gente y pienso:


¿Qué han hecho sus viejos para que les salgan tan tarados?
Es como para preguntarle a su viejo: Señor, ¿Qué hizo antes de tener sexo y le salga esto? Por favor dígamelo para no hacer la misma barbaridad y háganos un favor.


Pero no es de eso que voy a escribir ahora.


Hay gente excelente que tiene historias buenísimas, y como las historias buenas merecen ser contadas, las voy a contar. No todos los datos, fechas, nombres y otras cosas son totalmente exactos para no herir susceptibilidades. Si te sientes identificado, a cualquiera le puede pasar, no necesariamente eres tu.


Capítulo 1: Alvarón


Hace como dos años caminaba por el malecón de Miraflores, como quien sonsea en invierno, y mientras pensaba en lo denigrante y perverso de como a un papá se le puede ocurrir eso de ponerle “rueditas de ayuda” a la bicicleta de su hijo hombre, sonó mi celular.

- Álo – con acento en la “A”.
- Habla Miguelardo – sonó por el otro lado del teléfono.
- ¿Quién eres? – Pregunté perturbado. Esa voz no se me hacía en lo más mínimo conocida y a lo más cercano que parecía era a la voz de Don Francisco.
- Oe soy Álvaro – me respondió al toque.
- ¿Qué Álvaro? – Como para dar a entender que no tenía la más mínima idea de quién me estaba hablando.
- Alvaro Del Pino huevon – ya medio asado.
- Alvarón!
- “Alvadón” – me imitó con voz de ganso.
- Habla oe infeliz, que es de tu vida.
- Oe te acabo de ver pasar por el malecón, ¿eres tú no?
- “No”, era Palito Ortega alucina.
- Imbécil, espérame ahí un toque pues.


Yo no entendía muy bien la situación. Hasta donde yo sabía, Alvarón había fugado a Estados Unidos a estudiar algún tipo de carrera que no recordaba exactamente. Si mal no le recordaba, a Misisipi.


El recuerdo que tengo de Alvarón era el de un tipo buena onda, flaco, medio rubio y medio castaño al mismo tiempo, con los ojos claros y una pinta de surfer de revista que lo ayudaba todos los fines de semana con las chicas. Era medio pendejo, si, pero un pendejo chévere, de esos que las mujeres dicen “ay pero es lindo”.


Lo conocía desde hace varios años pero nunca fuimos muy buenos amigos. Nuestros grupos de amigos en la playa eran los mismos, pero él era algo mayor que yo. Incluso en algún momento tuve un altercado con él por un mal entendido con su hermana, mal entendido que no viene al caso pero que se solucionó ese mismo fin de semana.


Me senté en el malecón mientras veía el pobre niño gordo pasar con su bicicleta con rueditas. “Pobre niño carajo” pensé. Casi al instante llegó Alvarón, algo cambiado, ya no tenía mucha pinta de surfer de revista que lo hizo popular, pero seguía teniendo cara de buen tipo, bien relajado y con el pelo corto. Todo un estudiante de Misisipi.


Luego de un abrazo de recibimiento procedí con las preguntas clásicas que se hacen dos personas que recién se encuentran.

-¿Qué haces por acá loco? Pensé que estabas en Misisipi.
-¿Misisipi?
-¿Qué, no estabas estudiando ahí?- Pregunté consternado
-¿Quién se va a Misisipi a estudiar?
-¿Tú?
-Hablas huevadas, estoy estudiando en Chicago.
-Ah, pero está ahí nomás…
(Silencio)
-¿Y qué haces por acá? Reenganché la conversación que ya se estaba perdiendo por mi falta de cultura norteamericana
-Vine de vacaciones, hace como 2 años que no venía y quería ver cómo estaban las cosas por acá.
-¿Y qué tal?
-Puta. Ahí, chévere


Ahí fue que me di cuenta que algo no andaba bien. O sea, vienes a Perú después de 2 años y me dices que estas “Ahí, chévere”. ¿Este tipo está loco? Pensé. Yo me voy dos años de este país y al regresar estaría más loco que Raúl Romero en concierto de Kermesse de colegio. ¿Este tipo esta demente?


Pero luego de unos segundos analicé la situación y me di cuenta que de repente algo malo le había pasado y por eso su estado de ánimo. De repente eso lo había traído de vuelta acá.


Se sentó a mi costado y le hice ver al gordito que paseaba con su bicicleta con rueditas. “Qué maldito su viejo” fue lo primero que me dijo, a lo que continuó con un “¿Te acuerdas que el chato Sanguinetti ? También tenía una así pero decía que no era suya sino de su primo de 31 años Jajajaja”


Alvarón se reía, metía sus chongos, pero algo le daba vueltas en la cabeza a cada rato y yo no sabía qué era ni por qué diablos me había pasado la voz.


No fue sino hasta la media hora de conversación que me contó la historia más retorcida y triste que había escuchado en los últimos años y que, para variar, tenía como punto central a una mujer: la gringa Nicole Harman.
Continuará.

PD: La imagen pertene al LARVORATORIO de Estuardo